lunes, 15 de noviembre de 2010

"POR AMOR AL ARTE" de nuestro compañero Carlos Lopez

POR AMOR AL ARTE

 

 

Recuerdo, entre la añoranza y la nostalgia, cómo mi abuela enjaretaba para sus nietos una sopa que era una maravilla, hecha con elementos de escaso valor: agua, unas gotas de aceite, un tomate, algún que otro ajo, sal y pare Vd. de contar. Si falta algún ingrediente es porque mi cabeza es ya incapaz de recordar detalles de mi infancia. De vez en cuando se le escapaba algún pimiento verde que aterrizaba inexorablemente en la sopa, aunque el principal ingrediente era el cariño que le aplicaba al guiso en cuestión, que calentaba las lindas barriguita s de sus nietos en aquellos inviernos de braseros de latón. Aquello era, mutatis mutandis, mi paleta de ahora

Por aquellas mismas fehas, puso alguien –o los Reyes Magos- en mis manos una cajetilla con unas pastillas de color y un pincel. Y no me dijo nada. Como aquel era el único regalo –todo es alegría en la casa del pobre- alguien se me acercó y puso en mis manos un cartón blanco, algo así como el hule que ponía mi abuela en la mesa antes de ponernos la sopa en el plato.

Imagínense el plato: con figuritas azules en el borde, verde el pimiento, rojo el tomate, amarillo el caldo. Total: dos paletas. Cuerpo y arte, vivir y sentir. Algún alma caritativa le añadió agua a mi paleta. Y empecé a vivir una acuarela. Manchas, lineas, forma, volumen. Y yo perdido en aquel laberinto.

Luego, cuando los años iban apretando la necesidad de irse del pueblo para luego poder trabajar, mi cajeta de color se quedó arrinconada en un arcón de madera que guardaba "mis secretos" de 12 años.

Pero cuando gasté mi vida con la vida de los demás, sosegado ya el espíritu pero tensas las ganas de seguir viviendo y vehemente el corazón, me encontré un buen día, rebuscando en la casa de mis padres, aquella cajetilla que me devolvía mi mundo de color.

Con la experiencia de la vida cargada a cuestas, volví a recuperar aquellos colores de mi infancia, volví a emborronar papeles, a pedir consejos. Y tuve la inmensa suerte de encontrarme con un grupo de granadinos que me ofrecieron primero su amistad y después su sabiduría. Me quedé admirado: qué bien pintaban los árboles, qué fácilmente "veían" las cosas, que torpe era yo, aunque estuviera preñado de entusiasmo.

Y por si fuera poco, mis amigos acuarelistas y yo (algunas veces) salíamos a la calle a pintar, íbamos a los pueblos de  alrededor, aprendimos a llevarnos bien entre color y color. La gente me míraba, me daba vergüenza de que los niños de los pueblos se pusieran detrás de mí, mientras pintaba y emitieran jucios sobre la "calidad" de la pintura de aquel novato.

Dentro de unos días, concretamente el día  28 de Noviembre, vamos a celebrar el  Día Mundial de la Acuarela y yo, al enterarme, he querido con estas líneas que anteceden agradecer la amistad y la ayuda de un grupo de pintores granadinos que, ademas de estar enseñandome a pintar, me han regalado su afecto.

 

 

                                                               Carlos López Delgado

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